Monte Fuji de la 5ta estación a la cumbre 富士山
El amanecer en la cima
Kawaguchi-ko es la quinta de las diez "estaciones" del monte Fuji. Los autobuses que se desbordan con ríos de turistas logran subir con dificultad hasta los 2300 metros sobre el nivel del mar, pero muchos de ellos terminan atascados.
El alegre hormigueo de Kawaguchi-ko pareciera un parque de atracciones con sólo un carrusel. Desafortunadamente, el Monte Fuji no tiene el don de la ubicuidad: no se puede subir y admirarlo al mismo tiempo.
Es la hora de emprender la subida. El camino se hace más empinado a medida que se va subiendo, y la vista panorámica se va revelando poco a poco en cada estación. La sexta, la séptima, la octava estación ... hacia abajo brillan los lagos, hacia arriba las nubes coronan los picos.
La nevada montaña durmiente
Desde el siglo XVIII, Fujisan ha estado durmiente. Sólo el suelo volcánico nos recuerda que allá arriba, a lo alto, hay un cráter. Los árboles y arbustos han crecido de nuevo pues las nieves eternas también se ha quedado dormidas.
Un mito muy interesante dice que el ver el amanecer desde la cima del Monte Fuji provoca una especie de éxtasis. En la temporada turística, del 1 de julio al 31 de agosto, la subida se hace a menudo en "fila". Cada persona prepara su experiencia épica basada en su hora de llegada. Los primeros rayos de fuego, de rojo sangre y de rosa empiezan a resplandecer alrededor de las cuatro y media de la mañana.
Experiencias múltiples
Hay dos opciones abiertas al público: La primera es salir en la tarde y descansar en la octava estación en un refugio costoso, no es muy cómodo pero tiene un encanto innegable, y luego caminar la última hora por la noche. La segunda opción es salir de Kawaguchi- ko alrededor de las diez de la noche, equipados con linternas, caminando en fila, sumergidos en la noche como un ejército de luciérnagas dispuestas a conquistar la cumbre.
Ambas experiencias tienen sus ventajas, pero si decides salir por la tarde podrás disfrutar de la vista durante el ascenso y contemplar el atardecer, mucho menos glorificado que el amanecer, pero igualmente memorable. Cruzarías la zona de nubes y llegarías a la capa de color gris que te intrigaba al verla desde abajo. De repente, cerca de la séptima estación, verías cómo se abre el cielo azul y se revelaría la región de Hakone entre las nubes. El horizonte te regala sus más bellas riquezas.
Allá arriba
Una vez pasado el último torii, el frío ataca. La emoción de la subida disminuye pues en la cumbre reinan el viento y los escalofríos. Finalmente se ha alcanzado el reino del sol saliente. El cielo está en llamas, las exclamaciones de los turistas son la banda sonora que acompaña a un cielo que se transforma de azul oscuro y tranquilo a un fuego anaranjado, doloroso y que rasga el telón de fondo donde el cielo se une al mar...y a lo lejos Tokio con sus millones de luces.
Hacia abajo, las montañas todavía se encuentran hundidas en la oscuridad y juegan con las nubes que parecen burbujas de leche. Luego viene el color rosa y una pálida luz que anuncia el ascenso del tan esperado personaje. Y sale el sol. Las exclamaciones de asombro y los miles de clics de las cámaras finalmente rompen el silencio y la noche. El día comienza y con él, el tedioso descenso.