Okunoin 奥の院
Espíritu, ¿estás ahí?
Las almas que habitan el cementerio más famoso de Japón se le aparecen aquellos que andan descuidados caminando por los crujientes caminos de madera
Según la creencia de la escuela budista shingon en Okunoin ya no hay muertos sino sólo espíritus a la espera.
Dice la leyenda que un día Kukai (774-835) más conocido en Japón como Kobo Daishi, el fundador de la comunidad religiosa del Monte Koya, salió de su estado de meditación cuando llego a la tierra Miroku, el Buda de la futuro. Fue entonces que todas las almas en tránsito que reposaban en las tumbas, o cuyos cabellos o cenizas habían sido colocados por seres queridos frente al Mausoleo Kukai, también se levantaron.
Siempre a la espera de este profeta apocalíptico, el número de tumbas en Okunoin sigue aumentando y ya cuenta con más de doscientos mil, lo que convierte a este cementerio en el más grande del archipiélago.
Un vistazo al más allá
Cruzar el puente Ichi Hashi que abre el camino hacia el Okunoin es como cruzar un puente entre dos mundos. Justo antes de pasarlo los fieles juntan las manos y se inclinan para demostrar su respeto a Kukai.
Del otro lado el ambiente se siente realmente sagrado. Los cedros caen desbocados sobre las primeras tumbas, ocultan el cielo y el final de la carretera que atraviesa el bosque. Los monumentos funerarios tienen muchos estilos diferentes como para detallarlos, pero hay cenotafios que llaman mucho la atención como. por ejemplo. el que una compañía de insecticida le dedica a sus víctimas termitas.
Cuando uno se sale de la ruta principal y se aventura entre las tumbas olvidadas hechas de piedra y ya erosionadas y cubiertas de musgo, uno se da cuenta de que aquí la naturaleza ha reclamado sus derechos. Por el contrario, la entrada secundaria del cementerio situada frente a la parada de autobús Okunoin-mae lleva hasta las tumbas más recientes, hechas con granito refinado y barnizado, lo que las hace ver bastante artificiales y sin individualidad. Otro signo de la modernidad se puede apreciar en las ofrendas mismas pues ahora también se pueden ver latas de refrescos junto con al incienso y los sutras (palabras atribuidas al Buda o sus discípulos inmediatos).
No te sorprendas cuando por el camino principal veas las estatuas de budas vestidos con baberos rojos. Estos son ofrendas que las madres dejan para que protejan a sus hijos en este mundo o traerles suerte en el más allá.
La tensión aumenta
Siguiendo el camino hacia el norte, después de haber cruzado el puente del medio Naka no Hashi, hay otro puente más, el Gobyo no Hashi, que representa el paso a un nivel todavía más sagrado. La pasarela, cuyas treinta y seis tablas están grabadas en la parte posterior con deidades budistas, es también considerada sagrada. Aquí, una vez más, hay que juntar las manos y hacer una reverencia para invocar a Kukai antes de pasar al otro lado.
El espacio al cual se entra ahora requiere el máximo respeto. No se permite comida, bebidas ni fotografías. Un poco más allá, hacia la izquierda, hay una cabaña de madera que alberga la piedra Miroku, la cual al ser levantada pesa tanto como los pecados de quien la levanta. Se pude acceder a ella a través de pequeños orificios en las paredes y es costumbre tratar de agarrarla y ponerla en un estante a lo alto.
Una vez pasada esta prueba, el Toro-do se asoma a través de los árboles. Este pabellón de las lámparas acoge cientos de maravillosas linternas luminosas algunas de las cuales, según la leyenda, han estado encendidas sin cesar desde hace más de novecientos años. Su presencia es como una llama encendida en el medio de la noche y este es el último edificio antes de entrar al centro del cementerio, el lugar donde descansa eternamente Kukai, lo cual explica que muchos devotos peregrinen hasta aquí.
"El templo hacia el fondo"
El nombre Okunoin significa "templo del fondo" y este es sobre todo un lugar de contemplación. Las otras miles de tumbas se ven eclipsadas por este sepulcro que es inaccesible para los comunes mortales. Se dice que el Gobyo alberga el famoso Kobo Daishi, quien está allí en silencio y en un permanente estado de meditación. Todos los días le depositan su comida en la puerta para pagarle su esfuerzo, mientras que monjes y gente común meditan en silencio o recitan sutras en voz baja. Cada quien es libre de presentarse como mejor pueda para venerar al padre fundador que está en el interior de este espacio. Pero, pase o que pase, las puertas permanecen cerradas.
Tanto de día como de noche, desafiando los ataques de mosquitos en verano o los días de mucha niebla, siempre hay visitantes en el Okunoin. La gente viene especialmente el día del Obon, cuando se celebra el Rosoku Matsuri y los monjes de Koyasan encienden miles de velas a lo largo de los caminos.
Una vista de un día no es suficiente para apreciar este amplio lugar y necesitarías varias vidas para descubrir todos los secretos que aquí se esconden. Extrañamente para un cementerio, este lugar genera calma y tranquilidad a las almas. Probablemente porque, impasible desde su retiro espiritual, Kukai está velando por ellas.